Tengo una buena amiga con la que suelo discutir cuando se refiere a la Iglesia católica como una secta. Conste que lo suyo no es un calentón, responde a un concienzudo examen de la historia; y además aplica el mismo trato -también utiliza el término “multinacional”, por aquello del negocio de la fe- a otras religiones. Tengo claro que ella pone el acento en la jerarquía, en los que mandan, pero aun así me parece una afrenta innecesaria. Porque, cuando apuntas al cielo, los perdigones pueden caerles también a los de abajo. Y creo que se puede ser ateo sin necesidad de buscarle las cosquillas a quien profesa creencias religiosas, sean las que sean. Sin embargo, he de reconocer que le asiste la razón etimológica, ya que los propios cristianos se identificaban como una secta en los primeros tiempos; nada extraño si consideramos que la definición original de secta es, precisamente, esa: “conjunto de seguidores de una doctrina ideológica o religiosa concreta”.
Religión Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Señor, ten piedad
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Yadira Maestre
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