Una escritora catalana que acaba de publicar un libro ha hecho saber que en su contrato de edición existe una cláusula que prohíbe la traducción al castellano. En el libro en cuestión, un dietario personal, expresa su sufrimiento por la lengua y “el deseo de preservarla” para que no se extinga. Y, en consecuencia, ha optado por "no contribuir a la bilingüización de la literatura catalana". Considera, pues, que una traducción es prácticamente un acto homicida. Es una decisión respetable que no entiendo y que ha levantado una determinada polvareda en algunos medios (como un ejemplo de hispanofobia) y también algunos comentarios de otros escritores que sí han optado por publicar a la vez en ambas lenguas. Este es un país extraño en el que puede ocurrir esto: que en el mismo momento salgan al mercado dos opciones lingüísticas (el original y la traducción) de una misma obra. No ocurre a la inversa, evidentemente, o en todo caso se traduce al catalán, proveniente del castellano, al cabo de un tiempo, una circunstancia que también ha provocado debates intensos.
Gárgolas Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Homicidios literarios
Hay algo muy nocivo para la lengua: los libros escritos en castellano, algunos con premio incluido, que se venden como si el original fuera catalán
Interior de la librería Mitja Mosca de Badalona. /
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