Caminaba por el parque sin meterme con nadie cuando una bolsa de patatas fritas que había en el suelo comenzó a moverse como si tuviera dentro un corazón enloquecido. Sé, desde que estoy a dieta, que las patatas fritas no tienen corazón, pero el mío comenzó a palpitar con fuerza ante el espectáculo. Del interior de la bolsa, que daba saltos de un lado a otro sin criterio alguno, venía un sonido como de motor averiado. Eran las ocho de la mañana de un día laborable, por lo que el parque estaba vacío. En tales circunstancias, siempre camino con la fantasía de que me sucederá algo extraordinario. Se me aparecerá un extraterrestre, por ejemplo, que me dará un mensaje importantísimo para la humanidad. Ya sé que la humanidad no deja de recibir mensajes a los que no hace caso (pongamos el del cambio climático), pero el del extraterrestre poseería tal fuerza, tal potencia, y sería al mismo tiempo tan urgente que los telediarios no tendrían otro remedio que abrir sus cabeceras con él.
El trasluz Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
No entendí nada
Lo malo de las hecatombes mundiales son sus efectos particulares en personas modestas como usted o como yo
La bolsa española.
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