Artículo de Albert Soler Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Un 'meublé' en Waterloo

El Vivales ha pasado de ser un simple presidente legítimo en el exilio a ser una madama legítima

Ilustración de Leonard Beard / Leonard Beard

 La historia ha llegado a mis oídos desde tres fuentes distintas, cosa que la hace verosímil. Una prestigiosa lacista -pareja a su vez de otro eminente lacista-, quiso cumplir con el sagrado precepto de visitar por lo menos una vez en la vida al Vivales en la Casa de la Republiqueta, como el que va a la Meca aunque sin necesidad de dar siete vueltas al palacete. Como es costumbre entre los lacistas de pro, fue invitada a quedarse a dormir, pero la ilustre dama coincidió con otro lacista que también pernoctaba allí, y tuvo a bien compartir lecho con él. Según se cuenta, todos los inquilinos que aquella noche se alojaban en la Casa de la Republiqueta supieron de la fogosidad de la huésped recién llegada, tales eran los gritos que se oían por toda la mansión. E incluso por todo el vecindario, aunque por fortuna los vecinos del lugar están acostumbrados a las recreaciones de la batalla de Waterloo, y pensarían que se trataba de los relinchos de los caballos napoleónicos al ser destripados por la artillería del duque de Wellington. Como siempre sucede, el relato de los hechos acabó llegando hasta el ultrajado y la pareja se rompió, se conoce que el hombre no se creyó la versión equina con la que algunos quisieron consolarle, y eso que siendo lacista tiene que ser de natural confiado y fácil de engañar. No es raro que el Vivales esté cada día más envejecido y demacrado, a ver quién es el guapo que pega ojo con los alaridos y gemidos que resuenan en los pasillos hasta el amanecer