Desde que existe el Gobierno de coalición, enero de 2020, las vísperas del 8M han estado siempre marcadas por una agudización de la rivalidad entre los dos partidos que lo conforman y que, entre otras, se disputan la hegemonía del movimiento feminista. Nunca, no obstante, habían llegado al nivel de hostilidad de este año, cuando, el día antes, PSOE y Unidas Podemos se lanzaron reproches en un tono tan áspero que muchos pensaron que ahora sí habría ruptura. Que rompa el Gobierno es algo que muchos desean. Las derechas, desde luego, porque creen que eso fragilizaría a Pedro Sánchez. Pero también hay quien lo anhela en las izquierdas. Entre los socialistas, porque le reclaman al presidente una muestra de autoridad ante la “deslealtad” de las ministras podemitas, y en Podemos, porque hay quien sostiene que no se puede gobernar con un partido que “traiciona a las mujeres” al pactar con el PP la reforma del 'solo sí es sí', la ley estrella de Irene Montero, que ha traído consecuencias indeseadas con la reducción de condenas y la excarcelación de condenados por agresión sexual.
Artículo de Rosa Paz Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
8M: no gana nadie, perdemos todas
La riña continua no favorece al Ejecutivo, entre otras razones, porque impide que se visualice lo positivo de la acción gubernamental
Pedro Sánchez e Irene Montero durante un pleno en el Congreso de los Diputados. /
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