La edad nos condiciona el comportamiento a lo largo de nuestra vida. De niño, y hasta la pubertad, la edad no nos importa. El niño asume ser niño sin cuestionárselo; sin embargo, a partir de la pubertad las relaciones personales empiezan a estar supeditadas por la edad. A los 13 años, por poner un ejemplo, se desea ser mayor de lo que se es. A partir de los 30 comenzamos a pensar en que nos estamos haciendo mayores e iniciamos un receloso proceso hacia una madurez que nos condicionará hasta llegar a la vejez.
Artículo de Carles Sans Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Cambiar de edad
Si la edad es un estado de ánimo, entonces habría que acudir a la iniciativa que tuvo hace ya unos años un empresario holandés que solicitó oficialmente cambiarse la edad
Si a tu padre le gusta la cocina, el experto Pau Arenós, de Cata Mayor, nos da las mejores ideas /
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