Apoyada contra la pared, sola, tardé tres horas en introducir un tampón en mi vagina, como si de una operación de ingeniería se tratase. Sentí dolor, un desgarro. Lloré cuando me vino mi primera regla, pero a mis 12 años, estaba decidida a ser moderna. Quería bañarme en la playa todos los días, y correr, saltar y bailar sin que la compresa oliera o se moviera y me delatara. Quería continuar siendo yo misma, con seguridad y sin rebajar mis deseos vitales por estar en esos días. Atrás quedaban los paños de mi madre (más sostenibles, claro) lavados y tendidos en el patio al sol, sin reparo alguno, para que se tornaran más blancos. Ella rompía moldes, mientras mi abuela corría a recoger esas toallitas, avergonzada por tamaña desfachatez de su nuera. ¡Qué dirán los vecinos de arriba!
Artículo de Sílvia Cóppulo Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Roja y colorada
¿Información menstrual? Pues claro. ¿En las escuelas e institutos? ¡Adelante!
Charla sobre la regla y el uso de copas menstruales en una clase de Instituto en Terrassa /
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