En la misma semana que mi hija le dijo a su profesora, en mitad de la clase, que en casa siempre le damos sopa de cenar, cosa que me gustaría desmentir en esta columna, me pidió cinco euros para hacer compras solidarias en el colegio. Le dije que no los tenía. Se lo juré, porque a cierta edad hay que jurarlo todo: que el kiwi no pica, que el pañuelo no tiene mocos… No me creyó, así que nos detuvimos en mitad de la acera y vacié los bolsillos para que viese que estaba pelado: setenta y cinco céntimos. Me arrepentí enseguida, porque me pareció que esa misma mañana haría correr la noticia en el recreo de que su padre estaba sin blanca.
Parece una tontería | Artículo de Juan Tallón Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Setenta y cinco céntimos justos
Hay un momento en que el dinero solo es simbología
Una persona retira dinero de un cajero automático. /
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