A la monarquía española le hacía falta un Froilán, un personaje por el que es difícil no sentir simpatía. Cuarto en la línea sucesoria después de Leonor, Sofía y la infanta Elena, nos cae bien porque sabemos que es improbable que le veamos coronado como jefe del Estado y porque anima sobremanera el guirigay dinástico. He tenido que consultar el número de hijos que tienen Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin. Muchos perderíamos al Trivial a la pregunta de cuántos retoños han alumbrado la segunda hija de Juan Carlos y el exjugador de balonmano metido a empresario condenado. Pues resulta que tienen cuatro, benditos sean. Me pierdo en sus nombres, que leí y olvidé. Pero es oír Froilán (o su alter ego femenino, Victoria Federica) y dispararse los chascarrillos, articular media sonrisa y ponerse uno a rajar. Larga vida a Froilán.
Arenas movedizas Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Su Graciosa Majestad
Más allá de lo histriónico del personaje, a Froilán hay que quererlo. Contraviene el principio aburrido y estirado que aleja del pueblo a casi todas las monarquías
Froilán, en el aeropuerto de Barajas. /
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