Gárgolas | Artículo de Josep Maria Fonalleras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

El secreto de un oficio

Fue un privilegio, una satisfacción profunda, poder compartir páginas con el maestro, porque Espinàs representa la esencia misma de lo que tratamos de configurar cotidianamente

Josep Maria Espinàs / SANTIAGO BARTOLOMÉ

El último día que vi a Josep Maria Espinàs fue hace unos veranos en el Almadraba Park, el hotel de la familia Subirós-Mercader. Paseaba por el jardín, un mirador espléndido, un balcón ufano ante la bahía de Roses, y nos informó, a mí ya una amiga, que estaba escribiendo su biografía. "La hago en decasílabos", nos dijo. Añadió que era la manera más natural que había encontrado de poner obstáculos a todo lo que habría salido de su máquina de escribir, una Olivetti de color azul, tirando a ceniza, si hubiera optado por no tener límites. De hecho, los tenía, y sobre todo se imponía uno que era la piedra de toque de su literatura: “¿Es necesario? ¿Siempre debes preguntarte esto cuando escribes?”. No lo decía en referencia a una hipotética autocensura, sino como tratado de poética. ¿Es necesario escribirlo con un estilo ampuloso o con un exceso de adjetivos? ¿Hay que expandir la imaginación sin tener los pies en el suelo, en el bien entendido de que “suelo”, aquí, significa sintaxis, significa control del instrumento de la lengua?