El acuerdo entre PSC y Esquerra para que Catalunya tenga presupuestos en el 2023 es, en sí mismo, una buena noticia. Pese a la inestabilidad generada por la marcha/expulsión de Junts del Govern, la Generalitat podrá funcionar con normalidad cosa que impacta positivamente sobre la sociedad y la economía. De igual manera que lo hacen los presupuestos del Estado y de Barcelona que han sido aprobados con apoyos similares. Económicamente, estos presupuestos no tenían mucho misterio. El margen de gasto discrecional de la Generalitat es relativamente limitado y muy inercial. Lo que se ha hecho básicamente es aplicar los correctivos de la UE y de España a la inflación para sostener los servicios públicos. Lo que se aprobó este jueves no difiere de lo que dejó escrito Jaume Giró que ya estaba pensado para que lo votasen los Comuns y PSC. Políticamente, el asunto tiene muchas derivadas. El PSC recupera protagonismo y centralidad de acuerdo con su condición de primer partido del Parlament. Esquerra gana un año de legislatura con 33 diputados. Se rompe la política de bloques imperante desde hace una década. Y Junts hace el ridículo ante el propio espejo de su actual extravagancia: no vota unos presupuestos que ha hecho y vuelve a la pantalla del 2008 agitando el fantasma de un trupartito que ya no reivindican ni los que lo firmaron. La vida sigue pero ya no es igual.
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¿Ha nacido la confianza entre Illa y Aragonès?
Pere Aragonès y Salvador Illa, durante la firma del acuerdo de los Presupuestos de Catalunya /
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