Un hombre de sesenta y pocos echa a correr para subirse al autobús casi en el mismo instante en que abandonamos la parada. El hombre tropieza, se cae, se endereza enseguida y persigue el vehículo por la acera hasta que, en el primer semáforo, consigue fotografiar al chófer, el morro y los distintivos del bus, indicando con una gestualidad histriónica que pretende denunciarlo. Se pasa el dedo índice raudo por la garganta, amenazando al conductor con rebanarle el pescuezo. Está rabioso, con esa agresividad que parece impregnar el minué urbano desde el covid. Caerse de rodillas y en público da mucha vergüenza, sí. Aunque tampoco hay para tanto: nos pasamos la vida dando traspiés.
La espiral de la libreta | Por Olga Merino Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
‘Solo sí es sí’ y un concierto para piano en re menor
Cinco meses de oprobio para las víctimas y desgaste inútil
Manifestación contra la violencia de género en Barcelona, el año pasado. /
Lo más visto
- Adiós a otra tienda centenaria de Barcelona: "Cerraremos cuando agotemos las existencias"
- Los vecinos del bloque Venus perderán el realojo gratuito en La Mina si no renuncian a pedir indemnizaciones
- Nuria Roca explica la ausencia de Gonzalo Miró en su programa: "Nos ha cambiado por una mochila"
- Detenido un soldado estadounidense cuando estaba como turista en Rusia
- El Ayuntamiento de Barcelona pone fin a la feria de payés de Sant Antoni a petición de los 'paradistas' del mercado