Artículo de Ernest Folch Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

¡Viva la regulación!

Contra la pretendida libertad de mercado neoliberal, con la exitosa limitación de los precios de la energía se ha demostrado que el intervencionismo es lo único eficaz para luchar contra la desigualdad

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El 7 de marzo de 2022, poco después del inicio de la guerra de Ucrania, el precio mayorista de la luz se disparó en España hasta los 545 euros por megavatio/hora. Por aquel entonces, era el país europeo con el precio más alto, triplicando las tarifas de solo dos años atrás. Con millones de familias sin capacidad de pagar estas facturas y empresas a punto de la bancarrota, el Gobierno español se alió con el de Portugal para obtener de Bruselas el permiso para una medida histórica: limitar por decreto el precio de la energía. Tras duras discusiones, Pedro Sánchez logró su objetivo y la denominada ‘excepción ibérica’ entró en vigor el 15 de junio: de manera inmediata, el precio se desplomó y llegó hasta un mínimo de 22,34/MWh el pasado diciembre. Desde la entrada en vigor de la limitación del precio de la energía, España ha pasado de ser el país con la energía más cara a ser la más barata de toda Europa, con precios que oscilan entre un 40% y un 70% de países como Francia, Italia o Alemania. La brutal caída de precios ha permitido aligerar la presión sobre millones de hogares y otras tantas empresas, como ya sucedió con la intervención estatal del precio de la gasolina: cuando esta se disparó, la subvención directa de 20cts/ litro (una medida inédita en la historia de España) se convirtió en un balón de oxígeno para innumerables empresas. En una línea parecida, decretar la gratuidad o la rebaja de más de un 50% del transporte público ha sido una medida de choque imprescindible para aligerar la fractura de muchos hogares al borde del colapso.