El otro día me crucé por la calle con Presidentorra, me costó reconocerle, iba sin botijo ni gorro de orejeras ni poniendo muecas de orate, parecía una persona normal, ni siquiera llevaba lamparones en el abrigo. Caminaba erguido, lo que le permitía pasar casi por uno más de los 'sapiens sapiens' que a aquella hora vespertina paseaban por Girona, de ahí que tuviera que mirarlo un par de veces para cerciorarme de que era él. Así, a simple vista, sin darle tiempo a abrir la boca, no parecía peligroso, un castellanohablante se le acercaría a preguntarle la hora -¿se pregunta todavía la hora a los transeúntes?- o una dirección, sin temor alguno. Si Dalí se hacía el loco cuando le apetecía, bien puede ser que Presidentorra haya aprendido a hacerse el equilibrado de vez en cuando, simular eso se consigue con un poco de práctica.
Artículo de Albert Soler Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Aquí no cabemos los dos, forastero
La lucha por ser el auténtico presidentmártir será enconada. Al principio van a guardar las formas, qué remedio, pero no tardarán en aflorar los celos
Leonard Beard.
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