Algún día, los adolescentes de hoy nos tendrían que decir, con toda la razón, a los que hicimos la EGB que somos unos pelmazos, o como se diga ahora en argot juvenil (¿un motivado? ¿un cringe? ¿un miérder? ¿un pimpín?, no lo tengo muy claro, lo confieso). Con una superioridad moral que supuestamente otorgan la edad y la experiencia (?), muchos ven lo que hacen nuestros hijos al alcanzar la adolescencia con una mezcla de escándalo, moralina (cuando no puritanismo) y, sobre todo, indignación moral e intelectual que da grima. Confirmado: nos hemos convertido en nuestros padres, en su peor versión, en algunos casos, convencidos de que el mundo se va a pique y que, después de nosotros, acaecerá el apocalipsis en manos de unas nuevas generaciones que son lo peor.
Décima avenida Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Nosotros éramos igual (o peor) que nuestros hijos adolescentes
La generación de la EGB ha caído en la trampa de toda generación: pensar que su tiempo fue el mejor
Ilustración de Leonard Beard /
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