Confieso que no me haría gracia contemplar a mi hija, si la tuviera, con el pompis en pompa, meneando las nalgas con frenesí, como en el vídeo de la discoteca Pampara. Ni ver a mi sobrino completando la coreografía detrás de una chica con movimientos de pelvis igualmente explícitos. Lo llaman perreo, ‘twerking’, reguetón y no sé qué más, bailes urbanos que imitan un coito perruno. ¿Me llevo las manos a la cabeza? No. ¿Me complace? No. ¿Es la mirada lúbrica del adulto la que estropea el asunto? No del todo. ¿Empodera el perreo a las chicas? Van a volverme majareta. ¿Prohibimos las canciones? Ni mucho menos. Tampoco sé si voy a salir airosa del cenagal en el que acabo de meterme, a lo tonto.
La espiral de la libreta | Por Olga Merino Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
«Dale, papi, dale» y otras letras del perreo
El vídeo de la discoteca Pampara y la hipersexualización de los chavales
Interior de una discoteca en Barcelona. /
Lo más visto
- Pensionistas, solo cobraréis una parte de la paga extra en junio: esta es la razón
- Estas son las enfermedades que la yuca ayuda a combatir
- Barcelona descarta replicar el modelo de ejes verdes al costar su mantenimiento diez veces más que en otras calles
- Niño Becerra lanza un aviso a los que van a pedir una hipoteca: "A partir del mes de junio..."
- Los Mossos alertan de este método de robo: "Antiguo pero recurrente"