Vivo cerca de la Via Laietana y a menudo me toca caminar por delante del número 43. No puedo hacerlo sin que la mirada se me vaya al edificio de la comisaría. Siempre echo un vistazo al callejón donde paró la lechera hace muchos años (así llamábamos a las camionetas de la policía franquista), nos hicieron bajar y nos llevaron a los calabozos, previa identificación y sesión de intimidación. Cada uno en una celda. Al primero que llamaron fue a José, hijo de un guardia civil y el más decidido de todos nosotros. Nos habían pillado cantando canciones contra el Caudillo en el vestíbulo de la facultad y querían saber quién lo había organizado. Además, alguien había repartido octavillas con una caricatura del capitán general, Alfonso Pérez Viñeta, llamándole ‘Pérez-Puñeta’, y el hombre estaba indignado. Nosotros nada teníamos que ver con los pasquines, pero alguien tenía que cargar con el mochuelo. Al cabo de unas 10 horas volvió José. Tuvieron que ayudarle a bajar la siniestra escalera que iba de los calabozos a los despachos porque no se tenía en pie. Al poco tiempo se le pusieron los testículos y el costado derecho negros como el carbón de la paliza que le habían propinado. Esto era, entonces, Vía Layetana, 43.
Artículo de Andreu Claret Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Vía Layetana, 43
No se trata de “echar a la policía española”, como pretenden los independentistas, sino de recordar y explicar a los jóvenes lo que ocurrió en el edificio
Edificio de la Jefatura de la Policía Nacional en Vía Laietana. /
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