Desde que Alfonso Guerra desapareció de la vida pública, la izquierda dejó de hacer chistes. Buenos chistes, al menos. Lo ha intentado en ocasiones, pero el listón estaba tan alto que se acababa perdiendo la gracia, cuando no haciendo el ridículo. Para qué. Era prácticamente imposible superarlo. Tras la ironía y el sarcasmo que envolvían los discursos del exvicepresidente del Gobierno subyacía una finísima inteligencia y una elocuencia indudable para la metáfora y la hipérbole. Había que ser Guerra para superar a Guerra en la oración afilada, el comentario mordaz y la frase con que mandaba a sus oponentes a esconder la cabeza. «Aznar debería tomarse un cubo de Viagra para estimularse un poco», vino a decir en 1998. Brillante. La izquierda cedió a Guerra ese espacio, donde era un maestro, y la mayoría de dirigentes que después trataron de imitarle fracasaron en el intento. La última en tirar de sarcasmo ha sido la secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez (Pontevedra, 33 años), licenciada en Filosofía, de extracción podemita en Galicia y número dos de Irene Montero.
Limón & Vinagre Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Ángela Rodríguez, cuando la gracia pierde el nombre
La número dos de Igualdad trató de hacer un chiste con algo que no es en absoluto gracioso. Hay asuntos en que no está permitida la más mínima ironía
La secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez Pam.
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