Cada uno de los últimos partidos el Barça empezaba como un trueno y acababa con menos luz que una cerilla. Ayer cabía cantar el himno al contemplar la esplendorosa primera parte, pero cabía también guardar la compostura. Tantas veces el equipo de Xavi pareció un bonito pastel recién salido del horno, que se rompía al primer golpe, a la primera sacudida, incapaz de dejar atrás la fase de proyecto a medio cocer, que resultaba una temeridad adelantar conclusiones. Pero en Arabia Saudí la masa aguantó la mar de bien toda la final. Xavi se erigió al fin en un Masterchef.
APUNTE
Un calmante y un estímulo para Xavi
Xavi con la Supercopa /
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