El desliz | Artículo de Pilar Garcés Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Enrique de Inglaterra y otros reales segundones

El hermano menor del heredero británico sangra por la herida de su falta de perspectivas. Su biografía recién publicada amenaza el reinado de Carlos III antes de ser entronizado

El Príncipe Harry de Gran Bretaña saluda a la gente fuera del Castillo de Windsor. / REUTERS/Paul Childs

Puede que Enrique de Inglaterra sea el producto preclaro de los tiempos narcisistas que corren, consagrados a sacralizar las múltiples identidades del personal y a poner en un pedestal todas y cada una de sus frustraciones. Qué le pasa a este. Le pasa que tiene mucho tiempo y nada que hacer, salvo convertir en dinero sus lamentos de pobre niño rico. No se espera gran cosa de él, salvo que se mantenga lejos del trono de Inglaterra hasta que se le requiera (y que no sea pronto). La víctima número uno del panorama internacional la semana en curso disfruta de una vida de privilegios, pero no molestemos con pequeños detalles. El todavía duque de Sussex promociona su autobiografía. Se la ha escrito J. R. Moehringer, autor asimismo de las memorias de André Agassi, igual que a su padre Carlos III un ayudante le pone la pasta de dientes en el cepillo y le levanta la tapa del váter; honra merece el que a los suyos se parece. Despelleja a su familia, especialmente a las mujeres vivas en el tópico binomio madrastra/cuñada, con una saña que contrasta con su frialdad al recordar su paso por el Ejército, y los 25 talibanes que mató en Afganistán, en quienes no pensó «como personas. Eran piezas de ajedrez quitadas del tablero, las personas malas eliminadas antes de que pudiesen matar a las buenas». En dicho tablero, él no será rey y jugará con las negras porque no es racista, como la institución de la que procede y que ha forzado su exilio californiano junto a su esposa mestiza Meghan, la Yoko Ono de los Windsor.

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