Durante la primera década del siglo XXI, a muchos les pareció que el futuro de la información pasaba por las plataformas digitales y no por los medios de comunicación. Facebook, Twitter o Instagram supieron conectar antes con las nuevas formas de consumo de las noticias por parte de los lectores convertidos en usuarios del móvil. Nos faltaron reflejos y muchos han pagado las consecuencias teniendo que malvender negocios que habían sido muy prósperos a sus acreedores, que no provenían del sector. Esta dinámica empresarial estuvo acompañada de un menosprecio intelectual hacia la figura de los editores. Mark Zuckerberg negó una y otra vez ante el Congreso de los Estados Unidos su condición de editor cuando era y es la principal plataforma de consumo de noticias del mundo. Libertarios y ultraliberales presumieron de haberse liberado del yugo de los medios presuntamente al servicio de los más espúreos intereses.