Seis magistrados de la Audiencia de Palma decidieron hace dos años abstenerse en bloque de juzgar a Bartolomé Cursach por corrupciones múltiples. Para curarles el pánico inaudito, se les recordó cuál era su trabajo, pero el proceso no empezaba bien. Acabó con la fiscalía Anticorrupción pidiendo perdón a lágrima viva al magnate por haberlo acusado, destacando que los sollozos eran una humilde reparación del daño. La presidenta del tribunal se contagió de los lloros. El magnate, el resto del banquillo y sus abogados prorrumpieron en una estruendosa ovación al ministerio público, un gesto de debilidad de Cursach disculpable, porque la magnanimidad es la prerrogativa de los reyes. Todo grabado, ojalá hubiera prosperado la abstención.
Limón & vinagre | Artículo de Matías Vallés Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Bartolomé Cursach, el amo de la noche mallorquina
Todo lo que ha hecho Cursach es absolutamente legal en Mallorca
Cursach, su mujer y su hija, en la Audiencia de Palma.
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