APUNTE

Un chasco para recordar

Luis Enrique, durante el duelo de España ante Marruecos en Doha. / Europa Press

No suelen superarse eliminatorias del Mundial como si fuera un paseo por un zoco. Salvo si eres Brasil, claro. Si eres Brasil puedes salir a jugar con indumentaria para ir a una pista de samba. Pero España no es Brasil. Casi nadie es Brasil. A cualquiera le cuesta ganar en la fase de grupos y en las eliminatorias ya no hay ovejas, solo lobos. Los matices deciden quién se va y quién se queda. A veces un matiz decisivo es un fuera de juego pitado por un milímetro. A veces lo es un poste en el último minuto de una prórroga. Y a veces son los penaltis. España se vuelve a casa y una forma muy personal de conducir la selección, la de Luis Enrique, ha pinchado y pronto se sabrá si ha terminado.