La celebración de la fase final de la Copa del Mundo de Fútbol en Qatar continúa levantando polvareda. No hay día sin informaciones ligadas a la inoportunidad de que el principal acontecimiento futbolístico del mundo y el segundo campeonato en relevancia después de unos Juegos Olímpicos se celebre en un país que no respeta los derechos humanos, persigue la libertad sexual o cercena sistemáticamente los derechos de las mujeres. Tampoco hay tregua en las redes sociales. Mientras usted lee esto, alguien en algún lugar del planeta armado con un teléfono móvil está redactando un tuit sobre los derechos LGTBIQ+ en el país anfitrión o sobre la cantidad de trabajadores que han fallecido en la construcción de los ocho estadios que acogen los partidos de los combinados nacionales. Entre las miles de reacciones en contra de la designación de Qatar se cuelan revelaciones que ya apenas inquietan a la audiencia y que relacionan la elección del país con sobornos, pagos millonarios investigados por los fiscales de EEUU y el tufo a putrefacción a que nos tiene acostumbrados la FIFA. Nada que deba preocupar a los organizadores de cara a las reacciones del aficionado, que tolera estas corruptelas y las pasa a un segundo o tercer plano entre gol y gol de Messi o Cristiano.
Arenas movedizas | Por Jorge Fauró Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Un blanqueo inútil, un boicot inútil
El Mundial de Qatar es uno más de la larga lista de eventos deportivos destinados a mejorar, sin éxito en el empeño, la reputación de una dictadura
Una mujer con una máscara con un mensaje que dice dejad de matarnos tras el partido Gales contra Irán, en Qatar. /
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