Cuando veo en el telediario a una locutora embarazada, pienso en el niño o la niña que lleva en su vientre y que de algún modo participa del trabajo de la madre. Nos dan las noticias los dos: el bebé y su progenitora. A esa criatura, de mayor, le explicarán que, aunque oculta, aparecía en la tele para contarnos los sucesos del día, las guerras, las batallas políticas y el tiempo atmosférico. Yo le preguntaba a mi madre con frecuencia qué hacía ella cuando estaba embarazada de mí y me decía que las cosas de la casa. Quitaba el polvo, fregaba los cacharros, preparaba la comida y atendía a su aseo personal, claro. De vez en cuando, iba al cine con mi padre o cenaba en la casa de unos primos con los que tenían mucha amistad. Yo trataba de imaginarme allí dentro. Mis órganos se formaban mientras ella no paraba de moverse. Aparecían mis dedos, mis labios, mis encías, la cuenca de mis ojos, mis ojos. ¿Cuánto tardan en hacerse unos ojos, cuánto la lengua, cuánto el hígado o los riñones, cuánto la piel?
El trasluz | Artículo de Juan José Millás Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
En marcha
Parece mentira que una cosa tan compleja como un niño pueda construirse sin prestar atención a su hechura
Una mujer embarazada.
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