Entre 2004 y mediados de 2007 cualquier ciudadano que entraba en una sucursal bancaria o de caja de ahorros para pedir una hipoteca recibía todas las facilidades del mundo para obtenerla. Bastaba con presentar una nómina y mostrar ilusión. Se ofrecían hipotecas que, en algunos casos, llegaban a representar incluso más del 100% del valor de la vivienda comprada frente al que, entonces, era un aconsejable 80%. Tampoco se tenía en cuenta si la cuota anual de la hipoteca superaba el 35% de los ingresos brutos del comprador. ¿Los años para pagar? Se estiraban como un chicle. Hasta 50 años se podían lograr si se negociaba bien. Tal era el nivel de competencia y de laxitud a la hora de controlar los riesgos por parte, sobre todo, de las cajas de ahorro. La hipoteca servía, además, para poder comprar un coche o, por supuesto, amueblar la casa o irse de viaje.
610,8 Km Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Otro parche en nombre de la vivienda
Uno de los grandes fracasos de las administraciones españolas ha sido la incapacidad de realizar efectivas políticas de vivienda pública de alquiler
Así afecta el acuerdo entre el Gobierno y la banca a las hipotecas
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