He dilapidado algunas horas en las redes sociales, pero también me he reído y aprendido de amigos y conocidos que ahora andan saltando por la borda de Twitter como del ‘Titanic’. No sé a qué atenerme: si permanecer en el barco hasta el último ‘pizzicato’ de los violines o bien tomar el portante despidiéndome del pajarito azul con un epitafio o una frase memorable, como la que pronunciaría algún monstruo de la letras antes de viajar al más allá. Adiós, ‘au revoir, mes amis’, nos vemos en los bares, en las plazas, en los libros, vienen exclamando algunos colegas, con lo cual queda todo dicho. A veces, pretendes ponerte sentencioso y no te sale más que chatura costumbrista, incluso a Marcel Proust, de cuya muerte acaba de cumplirse el centenario (18 de noviembre de 1922). Y mira por dónde, descubro, haraganeando en Twitter, la frase postrera que se le atribuye al escritor, pronunciada en el lecho de muerte, que no es de las más brillantes: “Gracias, mi querido Odilon, por haberme ido a buscar esta cerveza (al Ritz)”. La última frase y la última cerveza, como la que no podrán tomarse en el Mundial de Qatar. Ni siquiera Budweiser.
La espiral de la libreta Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
A la ‘recherche’ del tiempo perdido en Twitter
En su última frase en el lecho de muerte, Proust agradeció la cerveza
Marcel Proust, en el Hotel Ritz de París. /
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