Gárgolas | Artículo de Josep Maria Fonalleras Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Un actor y una iglesia

Este jueves Joan Carreras representa 'Las confesiones', de San Agustín, en Sant Felip Neri, con espectadores que le escucharán y que establecerán, entre ellos, la solidaridad del triángulo

Plaza de Sant Felip Neri, que conserva aún las cicatrices de los bombardeos. / JOSEP GARCIA

La misa se acerca a la representación teatral. Como contaba hace años Vittorio Gassman, el teatro es un triángulo. En un vértice, el actor que dice el texto. En los otros dos, los espectadores. La confabulación teatral se establece porque los espectadores están unidos entre sí y, al mismo tiempo, transmiten al actor una noticia decisiva: su presencia, que se percibe desde el escenario, infunde vida a la función. El teatro reclama esa comunión entre los tres vértices. En la misa, el oficiante no necesita percibir la pulsión anímica de los oyentes, que tampoco se comunican entre ellos. Por eso, la misa puede celebrarse en solitario, sin fieles. Y por eso el teatro no existe si no hay espectadores.

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