Para ganar elecciones y poder gobernar, los líderes prometen y gesticulan demasiado. Cierto, un candidato no aspira al Nobel de Economía y no debe ser ajeno a las pulsiones sociales. Felipe González, buen presidente, prometió en 1982 crear 800.000 puestos de trabajo. No se crearon –ni de lejos– en aquella legislatura, pero quería ganar. Y Macron tiene un ministro del Interior –Darmarin– para el que la seguridad va muy ligada a un férreo control de la inmigración. No quiere que la extrema derecha, que ya tiene 89 diputados, escale posiciones.
Nuestro mundo es el mundo Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Sánchez contra Guindos
El presidente se equivoca cuando critica al BCE y se aparta de los usos europeos
Leonard Beard /
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