Artículo de Rafael Vilasanjuan Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Metamorfosis en Brasil

El tercer mandato de Lula se presenta como el más difícil. El país está roto

Lula

La grandeza de las democracias es que sean capaces de expulsar a sus autócratas antes de que estos puedan acabar con el sistema. Ha sucedido en Brasil igual que antes sucedió en EEUU. Un triunfo de la democracia, que no evita el riesgo de un retorno, pero envía señales de esperanza tras una inquietud profunda. En la batalla por la Casa Blanca, todo apunta a que la lluvia de votos demócratas fue más por el rechazo a Donald Trump que por la convicción del proyecto alternativo. En Brasil, el macho Bolsonaro ha sido expulsado tal vez también más motivado por el temor a otros cuatro años de deriva autocrática que por la confianza en Lula da Silva, un candidato encarcelado, líder de un partido, el de los trabajadores, que estuvo hace solo cuatro años a punto de desaparecer. Los dos países han logrado el milagro de recuperar la senda democrática, pero están rotos por el eje. Los perdedores están a poca distancia, son revanchistas y encajan mal las derrotas. En la división, su sombra amenaza como la de un acosador en un callejón sin salida. La radicalización con la que han ejercido el poder genera odio y eso prevalece. Sin embargo, en la comparación, a diferencia de Donald Trump, que logró implantar una doctrina autoritaria secuestrando al Partido Republicano y amenazando a los congresistas díscolos, a Bolsonaro en cambio, le han fallado los resortes del Partido Liberal brasileño. Buena parte de los cargos de responsabilidad aceptaron la derrota mientras el líder jugaba a la ambigüedad con sus partidarios cerrando carreteras, quién sabe si en un intento similar al que llevó al asedio de la Casa Blanca. Jair Bolsonaro se ha mirado tanto en el espejo de Trump, que ha acabado corriendo la misma suerte.