El periodo transitorio abierto en Brasil a raíz de la victoria electoral de Luiz Inácio Lula da Silva ha adoptado un inquietante perfil trumpiano, cuya representación más recordada es el asalto al Congreso el 6 de enero de 2021 por una multitud excitada por el presidente saliente. La versión brasileña de la estrategia de la tensión aporta una variable a esa atmósfera política tóxica: Jair Bolsonaro ha aceptado el resultado -nunca lo hizo Donald Trump-, ha desautorizado el bloqueo de autopistas y carreteras por camioneros enardecidos, pero ha legitimado las manifestaciones frente a los cuarteles en las que los concentrados piden la intervención del Ejército para cerrar el paso a Lula camino de la presidencia. El argumento para apoyar a los concentrados -ejercen, dice, un derecho democrático- es tan pueril como oportunista porque nada tienen que ver los usos democráticos con la incitación al golpe de Estado que anima a la extrema derecha.
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Estrategia de la tensión en Brasil
Seguidores de Bolsonaro durante un protesta este miércoles. /
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