En las últimas semanas he observado como los restaurantes han ido adecuándose a los nuevos tiempos tomando una o dos decisiones, la mayoría instantáneas: aumentar los precios y bajar las raciones. El otro día estuvo a punto de darme un ataque al corazón después de ver la cuenta en una comida familiar en un clásico restaurante de un pueblo ampurdanés que no desvelaré. No quiero que se generen efectos colaterales innecesarios. Puedo asegurar dos cosas: los precios han subido. Esto es científicamente demostrable viendo la carta. Y dos: no conté los caracoles que pedí, pero había unos cuantos menos que hace un año y que hace dos. Pasa con los caracoles y pasa con las rabas que, según donde te acerques a comer, te las dan bien cortaditas para disimular que hay menos. Abundan, ¿se ha dado usted cuenta?, más patitas/tentáculos de lo normal. Da igual que sea en Barcelona como en Madrid o, incluso, Santander, según me cuenta una espía gastronómica.
610,8 km Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Menos raciones, más caro
Está más que asegurado que aquel restaurante que haya podido resistir manteniendo precios sin necesidad de reducir calidad y cantidad acabará beneficiado a medio plazo
Un camarero atiende a unos clientes en una terraza de Barcelona. /
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