Hay que compadecer un poco a Robert Lewandowski. Cuántas palmaditas en la espalda debió encajar ayer de sus excompañeros del Bayern. «Ánimo, Robert». ¿Cuántas veces pudo escucharlo? Y Robert, encogiéndose de hombros y sonriendo amargamente. Ellos, a octavos y él, a jugar los jueves, que no es día para tiburones, según la nomenclatura de Mourinho. El Barça es aún más pececito que escualo, pero Lewandowski sí es un bicho de colmillos letales. Fijo que no es lo que se esperaba cuando le convencieron de venirse aquí.
APUNTE
Falta equipo y esta es otra afición
Frenkie de Jong pelea con Gnabry en el Barça-Bayern del Camp Nou. /
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