La espiral de la libreta | Artículo de Olga Merino Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

La Rambla o sucumbir a la nostalgia pegajosa

La antigua camisería Xancó alberga ahora una tienda de ‘souvenirs’ de cerámica

Imagen de archivo de la Rambla de Barcelona, llena de paseantes / Europa Press

El otro día, por mi mala cabeza, pensé en el padre de Carmen Amaya, la bailaora del Somorrostro, gitana con ojos de pantera. El hombre se llamaba José Amaya, apodado ‘El Chino’, y dicen que acudía a la obra en taxi, como un señor. El empleo de albañil, desde luego, debió de durarle bien poco, pues el burujo de parné se lo ganaba sobre todo acompañando a la guitarra el baile de la hija por tugurios y colmados flamencos. Se cuentan muchas cosas. Como la anécdota aquella del Waldorf Astoria de Nueva York, donde el clan Amaya asó dos kilos de sardinas usando el somier de la habitación como parrilla sobre una candela hecha con las mesitas de noche. Supuestamente. Vete a saber. El caso es que me acordé de ‘El Chino’ porque, espoleada por las prisas, tuve que coger un taxi para sacar un libro con urgencia de la biblioteca antes de que me dieran con la puerta en las narices. Acudir a la biblioteca en taxi resulta raro, muy raro. Parecería un esnobismo si no fuera mero lío.