Debía de tener 13 o 14 años. Estaba solo en casa, La Bisbal d’Empordà (Girona). Acababa de llegar del colegio. Al cabo de un rato, debían de ser entre seis y siete de la tarde, tocaron el timbre del portal de abajo. Se identificó un vendedor del Círculo de Lectores. Decidí abrirle la puerta. Recuerdo a un señor muy educado, vestido con traje y corbata, con un maletín grande que me llamó la atención. Preguntó por mis padres. Le dije que aún no habían llegado y le invité a pasar. Le ofrecí si quería beber vino. Pidió agua. Pregunté qué vendía. El hombre, hoy me lo imagino muy apurado viendo al joven adolescente desgarbado que tenía en frente, me dijo que representaba una colección de libros. Empezó a enseñar el catálogo de las obras del Círculo. Le dije que me interesaba mucho ser socio, que tenía muy buena pinta. El diálogo se interrumpió con la llegada de mis padres. Recuerdo su mirada de sorpresa. El silencio. El vendedor azorado y yo, feliz como unas pascuas, entusiasmado pidiéndoles a mis padres la oportunidad que suponía hacerse socio de aquel club de lectura tan original.
Artículo de Martí Saballs Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
¿Pero quién llama a estas horas?
La mayoría de ciudadanos hemos empezado a no responder a números de teléfono no identificados que procedan de un teléfono fijo. El riesgo de que sea una llamada importante existe; pero habrá que empezar a asumirlo
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