En una guerra, no es fácil emitir opiniones porque los hechos están sujetos a una estricta cuarentena. Aparentemente, Putin pasa por malos momentos. Las tropas ucranianas, armadas por Estados Unidos y la UE, ganan terreno y los rusos no controlan ni las zonas que presuntamente se acaban de anexionar. En paralelo, la movilización de los reservistas ha hecho caer en la cuenta a una parte de la población de que están en guerra. Las víctimas directas de la invasión de Ucrania ya no son solo los oligarcas amigos de Putin ni los mercenarios traídos de Siria. Van a ser jóvenes rusos con nombre y apellidos rusos que tienen padres y madres que lloran cuando los llaman a filas y aún llorarán más si se los devuelven en ataudes. Incluso para una dictadura es difícil resistir una guerra en pleno siglo XXI. Y más una guerra no defensiva sino expansiva, y que no apela a intereses materiales directos sino a valores históricos inmateriales Putin, pues, sufre en el campo de batalla y sufre en la retaguardia. Al menos, hasta donde sabemos.
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Putin hasta parece estar acorralado
El presidente ruso, Vladímir Putin (centro), con los líderes de Donetsk, Denis Pushilin; Lugansk, Leonid Pasechnik; Zaporiyia, Yevhen Balitsky, y Jersón, Vladímir Saldo, este viernes tras la firma de la anexión. /
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