Artículo de Emma Riverola Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

La revolución del desánimo

Cada independentista lleva este ‘procés’ de carácter terminal como puede. Muchos ya andan en otras cosas

Forcadell, en el acto por el quinto aniversario del 1-O en el Arc de Triomf. / MANU MITRU

Carme Forcadell fue silbada y abucheada en el pretendido acto unitario para conmemorar el quinto aniversario del 1-O. “¡Traidora!”, le gritaban. A ella. A la mujer condenada por el Tribunal Supremo, la que pasó más de tres años en prisión, la que clama ahora por olvidar los reproches y “trabajar juntos por una nueva oportunidad”. Por el contrario, Carles Puigdemont, el político que mintió sin vergüenza, el que se refugió en Waterloo, recogió el entusiasmo de los miles de congregados. Su discurso quiere ser pétreo: el referéndum ya se hizo y al Govern le toca llevar a la práctica su mandato. Si no lo hace, el Consell per la República debe liderar la acción. Es decir, él. La misma propuesta que Junts ofreció a ERC. Épica para conseguir el santo grial: el mando de la hegemonía independentista.