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El pulso dentro de Junts: ¿Sufre Catalunya una deriva italiana?

Junqueras y Puigdemont. / JULIO CARBÓ

Empezamos la semana pasada poniendo el foco en Italia y la acabamos en Catalunya. Nada que ver por lo que se refiere al desafío de la extrema derecha. Pero la inestabilidad catalana se parece cada vez más a la italiana. En el fondo, y en la forma. La sociedad catalana se ha acostumbrado a vivir sin gobierno. Hizo el máster en los tiempos de Quim Torra. Y ahora, se va a pasar una semana con la Generalitat a medio gas. No por falta de empuje de sus consejeros (de todos los colores), sino por el ruido entre los partidos y en los partidos que le dan apoyo en el Parlament. No es la primera vez que pasa. Hubo largas temporadas en las que la Generalitat de Pujol estuvo en manos de las disputas con los socios de Unió. Aunque a Duran Lleida nunca se le ocurrió insinuar que iba a exigir una cuestión de confianza a un presidente de un gobierno del que formaba parte. El primer tripartito con Maragall también pasó días ensimismado. Pero lo de ahora resulta más paradójico. Un gobierno y unos partidos que dicen estar en política para asumir todas las competencias politicas pierden el tiempo para ejercer las pocas o muchas que tienen. El ensimismamiento de una parte del independentismo es tal que fue capaz de dilapidar el empuje que le dieron sus bases acudiendo a votar a un referéndum que todo el mundo sabía que era un simulacro reivindicativo (como tal ejecutado con éxito) por una simple disputa sobre quién asumía la responsabilidad de convocar unas elecciones que, como movimiento, hubieran ganado.