Fue la noche del 15 de agosto de uno de los veranos de sus descontentos presidenciales. Pasqual Maragall cenaba con un reducido grupo de periodistas que sabía de su estival coincidencia ampurdanesa. Próximo y distendido se apresuró a compartir su desasosiego. El tripartito se había convertido en un rompecabezas impensable cuando se firmó el Pacto del Tinell. Y aunque las deslealtades empezaban con los socios, acababan con los propios. Como Churchill, Maragall ya percibía que sus enemigos eran los suyos. Los otros solo rivales. Casi tan contundentes como sus opositores capitaneados por CiU que se resistía aceptar la pérdida oficial del poder, sí, pero simples contrincantes a batir.
Limón & Vinagre Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Puigneró, héroe o villano
El tiempo decidirá su calificación definitiva, aunque el sacrificio le puede convertir en el aspirante a candidato de Junts que perseguía, bloqueando así el paso a un compañero de filas. O sea, a su enemigo
Jordi Puigneró. /
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