El desliz | Artículo de Juan José Millás Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

El finiquito

Se escribe una novela como se camina por el borde de un precipicio con los ojos vendados

Varios libros.

Estoy terminando una novela. Pronto abandonaré ese territorio existencial en el que he vivido clandestinamente un par de años y saldré de la novela o la novela saldrá de mí, no sé qué es más exacto. ¿Me voy yo o se va ella? La sensación de alivio queda perfectamente compensada por la sensación de vacío. Hasta ahora, me levantaba a las seis para ir a la novela como el que va a la obra. También como el que sale de casa para encerrarse en un piso cuya existencia nadie más conoce. La novela en marcha tiene algo de espacio físico en el que uno se encierra tres, cuatro, cinco horas diarias. Luego sale uno a la calle y no le cuenta a nadie lo que ha hecho en ese espacio. A veces, se hacen cosas terribles en el interior de una novela, pero el novelista se sienta a comer a la mesa familiar con la naturalidad con la que un forense, tras despiezar un cadáver, le prepara la merienda a su hija. En ocasiones, atraviesas épocas en las que la acción se estanca porque no sabes hacia van los personajes del mismo modo que el escritor no sabe hacia dónde va su vida.