A veces las cosas no son lo que parecen. Teo y yo estábamos esperando a que su hermana saliera del conservatorio. Teo llevaba una pelota de plástico reciclado -porque está recibiendo una excelente educación interdisciplinar- y se puso a chutar contra la pared más cercana. La pared más cercana era la pared de una iglesia, en el único espacio despejado de la plaza. Yo estaba cansado como siempre, cansado porque sí, cansado de vivir, así que me senté en la escalinata para vigilar al pequeño Teo, que cruzaba voleones con el entusiasmo que solo un niño de seis años puede mostrar al volear una pelota.
BARRACA Y TANGANA Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Chuta más fuerte
Imaginad qué pena daría yo, infinita: un niño entonces de seis años que lloraba en su habitación por no ver un Rumanía-Unión Soviética
Campo municipal de fútbol Josep Seguer /
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