El otro día fui a ver el Barça-Elche en el Camp Nou. Hacía mucho que no seguía un partido en directo, desde antes de la pandemia, y enseguida recuperé sensaciones dormidas: el fulgor verde del césped, la emoción de cantar el himno, la fascinación de contemplar un jugador cuando no tiene la pelota (sobre todo Pedri). Incluso el ligero estorbo de un vecino de asiento que gritaba contra el árbitro. Era un partido plácido, simpático, aunque a ratos echaba de menos algo, no sabía qué. Cuando Lewandowski hizo el primer gol, lo celebré e incluso hice un "¡chócala!" con mi vecino cargante. Acto seguido él abrió el móvil y, en cinco segundos, se conectó a una web para ver la repetición del gol desde varios ángulos. Entonces lo entendí, echaba de menos ese ruido que rodea al juego cuando estás en casa: el análisis y los datos, la valoración de los expertos, las repeticiones del VAR. Sin saberlo me había convertido en un aficionado del siglo XXI.
Apunte
¿El fútbol que vendrá?
El azulgrana Memphis Depay se dispone a lanzar un córner en el partido de Liga ante el Elche. /
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