El Eixample de Barcelona es una maravilla, 7,6 kilómetros cuadrados con densa mezcla de usos para disfrute de un cuarto de millón de personas que lo viven, más los que lo visitan. Pero, por otro lado, hay que reconocer que es un desierto de espacios verdes: 1,5 m2 por habitante –5,4 de media en la ciudad; más de 15 en Madrid–. Su alta densidad y compacidad es desbordante y cuesta encontrar espacios abiertos, parques o jardines. Respecto al laudatorio argumento de ser un espacio igualitario, más bien podríamos decir que es monótono, extiende el módulo de manzana y calle en una trama rígida. Crea un espacio repetitivo, confuso y algo agobiante. Cuando paseamos por el Eixample celebramos los accidentes, avenidas mayores o de trazo oblicuo, topar con equipamientos o alguna diversidad que lo aligere e identifique.
Artículo de Juli Capella Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Mejorar el Eixample
Apreciar las innovadoras aportaciones del Plan Cerdá no significa no ver sus defectos. Ni lo hace infalible ni que deba perpetuarse. Ni el suyo ni ningún otro planeamiento
Obras en la calle Consell de Cent con Comte de Borrell, en agosto de 2022 /
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