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Impuestos a las energéticas: no es oro todo lo que reluce

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. / JOSÉ LUIS ROCA

Los voceros de la Moncloa están muy excitados. En su cruzada para salvar al soldado Sánchez no se detienen a leer la letra pequeña. Cuando la UE anunció que iba a reformar el mercado eléctrico se apresuraron a proclamar que se iba a extender la excepción ibérica pactada in extremis por el presidente español. Veremos como acaba, pero por ahora la reforma va en otra dirección que no es topar el precio del gas que se utiliza para generar electricidad y subvencionarlo, como hacen España y Portugal gracias a la excepción, sino en topar el precio que se paga por las energías verdes garantizando su rentabilidad. Ahora, esos voceros se dedican a titular a cinco columnas que Bruselas, con el nuevo impuesto a las energéticas que propone la Comisión Europea, copia el que está tramitando Sánchez en el Congreso. Pero, como explica Sara Ledo en el diario, nada más lejos de la realidad. Ambos impuestos comparten la música, pero la letra no se parece de la misa la mitad. Para empezar, y casi ya no hace falta decir nada más, el impuesto europeo grava los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas mientras que el español grava los ingresos extraordinarios. Aunque el tipo impositivo es mayor en la propuesta de la CE, lo cierto es que no hay que ser un lince fiscal para saber que una empresa puede ver como aumentan exponencialmente sus ingresos y estar al borde de la bancarrota porque se le han multiplicado los costes. Es lo que le ocurre ahora a las energéticas que no tienen medios propios de generación. Pero es más popular decir que vas a castigar los ingresos de las grandes empresas que decir que vas a limitar los beneficios. Y así, de titular en titular convenientemente adornado, superas al PP en siete décimas en la encuesta del CIS.