El entusiasmo por la respuesta europea a la invasión rusa de Ucrania ha decaído con el paso de los días. Los efectos colaterales en forma de incremento de los precios de la energía han desbaratado las economías de los 27 y han llegado hasta el último rincón del continente. La disyuntiva entre los principios y los intereses no siempre cae del lado correcto de la historia. Los gobiernos democráticos, sensibles a los estados de opinión desde mucho antes de la irrupción de las redes sociales, han reaccionado compulsivamente con una batería de ayudas a los consumidores, límites a los precios y a los beneficios de las empresas del sector y con el anuncio de restricciones en el uso de la energía. Todo muy desmoralizador. Y el invierno que viene aún se anuncia más negro. Como escribía hace unos días Olga Merino, todos los grandes proyectos europeos, de Napoleón a Hitler, sucumbieron en el invierno ruso. La UE podría ser el próximo.
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También es invierno para Putin
El presidente ruso, Vladimir Putin, en una foto del pasado mes de junio. /
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