Suena a tópico. Con Isabel II muere una época. Pero sí. La conocemos casi mejor que a la reina de España. O que a la reina emérita. Básicamente, gracias a la ficción. Y a las revistas del corazón, que son el periodismo más cercano a la literatura imaginativa. La vemos despachando con Churchill. La sabemos fría como un cubito. La recordamos haciéndose humana para evitar que lady Di le arrebatara el trono en el corazón de los británicos. La hemos visto pasar de pasear entronizada en la Commonwealth a ser la última de la fila en las reuniones de jefes de Estado de la UE. La hemos visto sufrir por los desmanes de sus hijos y proteger a sus nietos de ellos mismos y de sus padres. Una reina que no ha gobernado, aunque no le obligue a hacerlo ninguna constitución escrita. Una reina que, como Maggie Smith en 'Downton Abbey', ha sabido acompasar el progreso y la tradición, manteniendo siempre ese punto medio que no han tenido, por ejemplo, en Chile.
El artículo del director Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La última reina (de verdad)
Juan Carlos y Sofía, con Isabel II y Felipe de Edimburgo, en 1986, en Londres. /
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