Desde la pandemia, Europa es la solución y no el problema. Con el Reino Unido fuera y los de Visegrado atemorizados con Rusia, la máquina de Bruselas afronta los temas con determinación. Bravo. Aunque los resultados sean difíciles de ver a corto plazo. El invierno va a ser duro. Alemania está haciendo con el gas lo que Draghi con el euro, «whatever it takes». Y en su empeño arrastra a toda la Unión Europea. Por eso, en este caso, es hambre para hoy y pan para mañana. Putin lo está pasando peor. A veces nos olvidamos. Su PIB es solo un 25% más que el de España. Todas sus infraestructuras de transporte de gas están orientadas a Europa. Desplazar esa oferta a Oriente son años. Los mismos que le va a costar a Alemania liberarse del yugo ruso. No hay que engañarse, el invierno será duro. Como en 1973, veremos ciudades en la penumbra a medianoche. Y a los alemanes, con un forro polar en casa para no cerrar su industria. Y algo tendremos que poner de nuestra parte. Esperemos que la competición populista entre Sánchez y Feijóo, hoy en el Senado, no nos lleve en nuestro caso a cerrar la industria por falta de gas –la cerámica de Castelló empieza a hacerlo–,mientras vamos en camiseta por casa con la calefacción a 28 grados.
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No estamos tan mal
Europa se preocupa de nuestros problemas. Pero algo tendremos que poner de nuestra parte
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en un acto en Barcelona. /
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