Cuando me voy de vacaciones, librerías y bibliotecas forman parte indispensable del viaje. Son pedazos del ‘antes’ –es donde elijo a mis compañeros de aventuras, los libros– y, a menudo, del ‘durante’, ya que intento visitar alguna reconocida en el destino al que viajo, ya sea para engrosar mis estanterías o para perderme en edificios señoriales, clásicos, que albergan libros en lenguas que ni siquiera hablo.
Artículo de Andrea Pelayo Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El paraíso del letraherido
Al lado de un libro se vive bien. Al lado de cientos, infinitamente mejor
La biblioteca García Márquez, en Barcelona. /
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