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La normalidad deseable no existe: 'köpskam'

Nos enfrentamos a una creciente escasez de recursos, y debajo de palabras como 'transición energética', 'pacto verde' o 'digitalización' aparecen unas transformaciones industriales, económicas y sociales que objetivamente van a suponer sacrificios

Acumulación de desperdicios en varios puntos de Madrid, ayer.   / AGUSTÍN CATALÁN/ `ANA BOTELLA CREW¿

El mundo ha vivido una época prodigiosa. Las ratios de libertad, alfabetización, salud, pobreza y renta per cápita han mejorado de forma ostensible los últimos siglos. El crecimiento de la población ha sido la palanca de crecimiento económico y el surgimiento de una clase media próspera ha sido el motor que lo ha acelerado desde finales del siglo XX.

Este crecimiento económico está altamente correlacionado con los indicadores de salud y bienestar, como la esperanza de vida, la educación o el empleo, pero ha tenido efectos muy importantes en el consumo de recursos naturales y en la disminución del capital natural del planeta.

Quizás es cierto que estamos ante lo que el premio Nobel de Química Paul Crutzen denominaba, La Gran Aceleración para referirse a la época que estamos viviendo, y que se caracteriza por ser un tiempo en el que las actividades humanas han comenzado a provocar grandes cambios en el planeta, porque el uso que hacemos de los recursos va más allá de la capacidad de reposición. La pregunta es si es posible un desacoplamiento global entre el crecimiento económico y el consumo de recursos, y parece ser que hay pocas evidencias serias de que lo hayamos conseguido por lo que deberíamos repensar que se entiende por crecimiento y progreso.

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En este entorno han aparecido movimientos ciudadanos que inciden en los  hábitos de consumo y que combinan la atención a las propias necesidades como personas/consumidores/ciudadanos con el objetivo de conseguir un futuro más sostenible. Movimientos como 'köpskam', que alude al sentimiento de vergüenza y de culpabilidad al comprar productos que no sean necesarios, o que no sean sustentables y sostenibles. Otro como 'trashed too fast' que facilita a los consumidores información para identificar aquellos productos que consideran que dejaron de funcionar demasiado pronto, o 'zero food waste', cuyo objetivo es reducir el desperdicio alimentario, nos indican algunas tendencias futuras que también van a ser relevantes en el ámbito político y social.

Por otra parte frente a aquellos que defienden seguir como si nada hubiera sucedido, porque no hay alternativa ('there is no alternative') al mercado y la mundialización, y que cualquier otra orientación está destinada al fracaso, aparecen una variedad de iniciativas político/económicas para "repensar la economía" que combinan la atención a las necesidades de la población humana con la necesidad de una transformación hacia un futuro sostenible. Entre ellas; la teoría del decrecimiento, que enfatiza la necesidad de reducir la producción y el consumo, lo que podríamos llamar una nueva austeridad, o los eco-modernistas, que promueve el crecimiento verde a través del progreso científico y tecnológico, apostando por la evolución tecnológica como solución de los desequilibrios, u otras como la 'teoría del donut'.

No sabemos cómo será el mundo, ni tampoco cuál de las distintas opciones económicas/sociales, o una combinación de ellas, es la mejor. Lo cierto es que el cambio de paradigma es necesario y requiere que se aborde de forma democrática porque debajo de la superficie de la aparente normalidad, la realidad es cruda; nos enfrentamos a una creciente escasez de recursos, y debajo de palabras como 'transición energética', 'pacto verde' o 'digitalización' aparecen unas transformaciones industriales, económicas y sociales que objetivamente van a suponer sacrificios.

Después de la crisis financiera del 2008 empezamos hablar de la 'nueva normalidad'. Tras el covid-19 y la guerra de Ucrania seguimos hablando de esta nueva normalidad, como quien busca obsesivamente un orden y unas seguridades perdidas y olvidamos que la normalidad deseable no existe.