Artículo de Jordi Puntí Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Barcelona en agosto: Paraíso, infierno

Lo único que se mantiene inalterado, después de tantos años, es esa sensación de ser un robinsón urbano, el superviviente que quizás apagará la luz al final de todo

Unos turistas pasean por el centro de Barcelona, todas las comarcas de Cataluña entran en el máximo nivel de alerta por la ola de calor, que alcanza su pico con temperaturas que superarán los 41 °C en la ’plana’ de Lleida. / MARTA PEREZ/EFE

El recuerdo me dice que, hace 20 años o más, el articulista que se quedaba en Barcelona en agosto lo tenía muy fácil: tarde o temprano escribía un artículo sobre la suerte de vivir en una ciudad casi desierta. Sí, es cierto que muchas panaderías y quioscos cerraban por vacaciones, pero había una solidaridad en el sector y siempre encontrabas los periódicos y el pan del día, dando un paseo por el barrio. Aunque hacía calor (pero menos que ahora), la sensación de apocalipsis quedaba relegada por las ventajas del vacío estival: aparcabas el coche en todas partes, encontrabas mesa en el restaurante sin hacer cola, los bares nocturnos te recibían con alegría.

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